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domingo, 14 de julio de 2013

El deporte español se desangra

La desaparición del Atlético de Madrid de balonmano, la renuncia del Caja Segovia a jugar la Liga de fútbol sala, la puesta en venta del equipo ciclista Euskaltel y el impago del ADO a deportistas de élite ratifican la desastrosa situación provocada por la crisis económica que ahoga a España


Fuente: golpedirecto.com
Durante mi último viaje a Reino Unido, hace cuatro años, hubo numerosos ciudadanos que cuando se enteraron de que era español me hicieron la misma pregunta: ¿Qué hacen ustedes para ser campeones en todos los deportes? Eran tiempos en que España había ganado la Eurocopa de fútbol, el Mundial de baloncesto y el de balonmano, Nadal no hacía más que morder trofeos por todo el mundo, Alonso competía por el Mundial de Fórmula 1, Contador sumaba Tours y Gasol lucía anillos de la NBA. La extraordinaria imagen que los deportistas daban de este país hacía sentirse orgullosos a los afortunados que viajaban al extranjero por el motivo que fuera. España estaba en la cresta de la ola y así se reconocía en todo el orbe. La buena racha se ha prolongado durante algún tiempo, pues la Roja se hizo después con el Mundial y otra Eurocopa, la selección de baloncesto ganó la Europeo y tuteó a los dioses de la NBA en los Juegos de Londres, la de balonmano volvió a recuperar el cetro mundial y Nadal y Alonso continúan escuchando el himno cada dos por tres. Pero da la sensación de que todos estos triunfos obedecen a la inercia que produjo el chorro de energía y actividad que situó a este país entre los ocho más poderosos del mundo. Los nuestros son algunos de los deportistas más conocidos y mejor pagados del planeta Tierra, lo que sigue significando un inmenso orgullo para el país.

lunes, 1 de julio de 2013

La furia avasalló al toque

El fútbol directo y físico de Brasil, que defiende Mourinho, destrozó el juego pausado y de combinación que practica España y representa Guardiola, en la final de la Copa Confederaciones


Fuente: noticias.lainformación.com
La final más deseada en la actualidad por los aficionados al fútbol se resolvió de manera inesperada con una contundente victoria de la selección brasileña (3-0), que desarrolló un juego directo y agresivo muy lejos de sus raíces, pero que le valió para proclamarse por cuarta vez campeón de la Copa Confederaciones. La intensidad desplegada por los amarillos a lo largo de los 90 minutos, que se plasmó en una asfixiante presión a lo largo de todo el campo, destrozó el estilo pausado y de combinación que practica la España de Vicente del Bosque, que no pudo ni supo aumentar las revoluciones necesarias para hacer frente a la avalancha de energía que desprendió el combinado sudamericano. La furia desplegada por el pentacampeón del mundo, característica que no figura en sus genes, avasalló las esperanzas de una España que pretendía salir coronada  como la mejor selección de la historia de este deporte en la catedral del fútbol mundial, Maracaná.

Y combatir este gran reto que se proponía el combinado español, que destronaría a Brasil, fue lo que inyectó ríos de sangre en las venas de los de la canarinha, quienes estimulados hasta la extenuación por la afrenta que hubiera supuesto una victoria de España y una ruptura del impoluto historial que tienen en su país frente a equipos europeos, y llevados en volandas por una ruidosa e incansable afición, vapulearon sin piedad al actual campeón del mundo, que se encuentra muy lejos físicamente del nivel necesario para defender ese título. La roja hubiera necesitado muchas más dosis de estímulo para poder competir en igual de condiciones con los hombres de Luiz Felipe Scolari, así como mucha más intensidad y velocidad en sus acciones para equiparase al derroche de energía de los amarillo, que compensaron con creces la diferencia de calidad y, sobre todo, de juego de equipo con esfuerzo y entrega. Esto es lo que hizo que los brasileños se anticiparan en prácticamente todas las acciones, salieran beneficiados en la casi totalidad de los rebotes y maniatarán la conexiones de la medular española, centro tradicional de operaciones que nunca llegó a ejercer como acostumbra.