Es increíble que el hecho de haber nacido en el mismo país lleve a miles de ciudadanos a justificar la inaceptable acción del delantero uruguayo que censurarían a cualquier otra persona
El mordisco que el delantero de la selección uruguaya Luis Suárez le dio al defensa italiano Giorgo Chellini durante el partido de la fase de grupos del Mundial de Brasil que disputaron ambas selecciones no tiene justificación alguna. Por mucho que se intente encontrar algún descargo para entender ese ataque de canibalismo, no hay excusa posible. Lo haga quien lo haga, atacar a un rival mordiéndole no tiene coartada exculpatoria, salvo que el protagonista de la mordida estuviera defendiéndose de un ataque, que no es, ni de lejos, el caso que nos ocupa. La persona, en este asunto un profesional del fútbol, que lleva a cabo una infamia de este nivel, no debería encontrar ningún tipo de apoyo, incluso debería ser reprendido por sus seres más queridos, quienes acogiéndole amablemente, le debería afear sus actos, por lo menos en privado. Y si dicho reproche se hiciera público, los protagonistas que lo llevaran a cabo serían dignos de elogio.