El piloto español consigue con trabajo, esfuerzo y dedicación superar las deficiencias de una escudería venida a menos, como la sociedad española
Fuente: F1aldia.com |
Fernando Alonso ofreció ayer al mundo entero una nueva prueba de por qué está considerado el mejor piloto de la Fórmula 1. Con un Ferrari que está muy lejos de ser la escudería que encandiló a medio planeta, el piloto español demostró que con trabajo, esfuerzo y dedicación se pueden superar las deficiencias técnicas de un prototipo que le impiden situarse en lo más alto del podio. El bicampeón asturiano (2005 y 2006) no solo muestra un talento posiblemente innato, sino que su carácter indómito le impide rendirse ante nada y ante nadie, condición indispensable para superar los malos momentos. Su segundo puesto de ayer en el circuito brasileño de Interlagos, aunque no le valió para proclamarse por tercera vez Campeón del Mundo, sirvió como ejemplo a todos los españoles de las virtudes que hay que poseer para superar la grave crisis político, social y económica que nos invade.
La actuación de Alonso en Brasil fue un compendió de las virtudes mostradas durante de toda la temporada. Su titánica lucha en desventaja con los Red Bull y los McLaren engrandece su imagen sin necesidad de levantar el cetro mundial. Es cierto que Sebastian Vettel ya ha pasado a la historia como el pilotó más joven en sumar tres coronas mundiales, pero Alonso también reside entre los dioses del Olimpo automovilístico por su buen hacer y por dar el máximo de su rendimiento bajo cualquier circunstancia. Cualquier otro de los magníficos pilotos que circulan por la F-1 no habría alargado la intriga de la resolución del campeonato hasta las últimas vueltas del último gran premio. Si ayer disfrutamos de una carrera inolvidable fue principalmente porque el asturiano no dio su brazo a torcer hasta que circuló bajo la bandera de cuadros.