Las autoridades españolas no se atreven a sancionar por dopaje a la mejor atleta española, mientras que la Justicia deja casi impune la infamia cometida por los responsables del falso equipo de discapacitados enviado a los Juegos de Sydney en el 2000
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Fuente: plazamayorsinnumero.worpress.com |
España es una potencia mundial en el deporte. El nivel general de sus deportistas están muy por encima de la media del país. Sin embargo, últimamente se están conociendo algunos casos que sonrojan, incluso al más desvergonzado, por la falta de honradez de sus protagonistas y la ausencia de la más mínima ética en los encargados de impartir justicia. Son dos casos que han aparecido en los medios de comunicación, pero de pasada, sin profundizar en ellos, no vaya a ser que se saquen los colores a este país de pandereta que a veces demostramos ser. La ausencia de una decisión por parte de las autoridades deportivas en el caso de acusación por dopaje a Marta Domínguez y el mínimo castigo impuesto a los responsables del falso equipo de baloncesto de discapacitados enviado a los Juegos Olímpicos del 2000 ahondan un poco más nuestras miserias, ratifican una carencia de ética asombrosa en este país y dañan todavía más nuestra imagen internacional de pueblo permisivo con los que infringen las leyes. Algo que se está convirtiendo en norma después de las polémicas sentencias y decisiones judiciales en casos tan dañinos como las operaciones Puerto y Galgo.